LA PIEDAD PELIGROSA DE STEFAN ZWEIG
Mtra. Aurora Ruiz Vásquez (Septiembre 1922-Abril 2016)
I Parte
Elegir a uno de los clásicos para una lectura eficaz, placentera y amena es un acierto, entre ellos está Stefan Zweig con su obra La Piedad Peligrosa la cual nos pone de relieve la maestría con que relata casos de la vida real que pueden generalizarse a cualquier país y a cualquier raza, al hombre.
El escritor nació en 1881 en Viena, Austria y falleció en Petrópolis, Brasil en 1942. Fue criado en una familia judía acomodada y estudió en la Universidad de Viena, doctorándose en Filosofía. Escribió novela, poesía y ensayo, conocido fue por sus biografías como la de María Estuardo y Erasmo de Rotterdam, así como la autobiografía El mundo de ayer de 1941
Su exilio en 1943, debido a la ocupación nazi, lo obligó refugiarse a la Gran Bretaña, Estados Unidos, y después a Brasil donde se suicidó. Stefan Zweig nos ha legado escritos imperecederos aunque haya sido olvidado casi durante treinta años, pero ampliamente reconocido y difundido en los años sesenta y setenta.
En la Piedad Peligrosa todo empieza por un malentendido, por no decir la verdad a tiempo, por ser condescendiente, por lástima y no querer herir los sentimientos del otro. Un teniente austriaco joven es invitado a una fiesta y se atreve invitar a bailar a la hija del dueño de la mansión, sin saber que estaba impedida por una parálisis. Ello provoca una crisis nerviosa en ella.
El teniente, para disculparse, envía un ramo de flores al otro día. La joven enferma lo toma como signo de enamoramiento, citándole para el día siguiente al que el teniente, por caballerosidad, acude, pasándola muy bien en amena charla con el padre de la muchacha, casi una niña, y su hermana.
Lo atienden muy bien, cosa que halaga su vanidad y lo lleva acudir día con día, fomentando con ello la fantasía que Edith se ha creado enamorándose perdidamente del visitante. El teniente no se da cuenta como poco a poco se deja enlazar por redes de compromiso y, cuando reacciona no cumpliendo con lo establecido, Edith estalla en verdaderos dramas de celo y exigencia. Piensa en el suicidio desesperada y él no es capaz, por lástima, por no entristecer aquella caprichosa chica inválida, de presentar la necesaria aclaración de las circunstancias, decir la verdad y saber decir no a lo que le piden. Aclarar a tiempo el malentendido.
Libro Reseñas
Pág. 111 y pág. 112
Continuará…